Meme Julio Iglesias

Hace tiempo que estoy leyendo estudios publicados sobre cómo está repercutiendo todo lo digital en las personas, como en todo, dependiendo de quién haga el estudio y el fin para el que sea, unas veces arrojan unas conclusiones u otras.

El caso es que la tecnología cada día está más inmersa en nosotros y personalmente creo que en muchísimas cosas son beneficiosas, pero en ocasiones estamos dando lugar a perder nuestra propia autonomía como personas y seres inteligentes.

La tecnología aplicada a los coches por ejemplo, echando la vista atrás, el sistema ABS supuso una revolución en el frenado de los vehículos, gracias a ello se redujeron las distancias de frenado y permite mantener el control de la dirección del coche. Desde entonces se ha incorporado multitud de tecnología a los vehículos, tanto en el apartado del motor como en el apartado de la conducción aportando por una lado seguridad, como el aviso de cambio de carril, el aviso en el retrovisor del ángulo muerto, la frenada de emergencia, pero también los hay que nos están volviendo cada día más torpes, como la asistencia al aparcamiento que ha evolucionado del pitido al “bájate que ya lo aparco yo, so torpe” tomando vida propia el coche. 

Permitidme que os ponga el park-assist de Ford y una parodia del mismo 😉

 

Otro ejemplo es la tecnología aplicada a las finanzas, más conocido como FinTech. La banca evolucionó hasta el punto de poder hacer todo o casi todo de manera online, salvo sacar dinero de un cajero, pero teniendo tarjetas ¿para qué necesitas llevar dinero encima? Hoy podemos pagar casi todo a través de las tarjetas, salvo excepciones como la lotería en las administraciones físicas, cosa que no entiendo puesto que en el canal online no cabe otra manera. ¿Por qué hay que pagar en metálico en los juegos de azar? No me quiero desviar. El caso es que están apareciendo apps financieras que te “ayudan” a llevar un control de tus finanzas, como la app de Fintonic, la cito por ser la más conocida y porque la probé al poco de salir.

En Fintonic reza el lema “Nunca fue tan fácil tener bajo control tu dinero”. Si lo leo desde el lado oscuro (que la fuerza te acompañe) me da hasta miedo ¿Quién tiene el control? Si todavía rezara “Nunca has tenido tan fácil el control de tu dinero” aún me daría más confianza. En cualquier caso, la app, básicamente viene a clasificar tus gastos, a decirte cuánto has gastado en una cosa u otra y ya de paso, una vez analizado tu perfil, te presenta una serie de ofertas o productos de las entidades financieras que podrían interesarte. Sé que hay de todo en éste mundo, pero ¿de verdad que no sabes leer tus cuentas bancarias? ¿No sabes en qué gastas el dinero? Si ingresas 2.000 y gastas 1.300 ¿no sabes que te quedan 700? ¿De verdad que no revisas los cargos de tus tarjetas? Pues parece que a fecha de hoy hay 366.913 personas que no según su web. Asemejándose a la evolución del coche esto sería un “quita que ya te digo yo cuánto tienes y en qué gastas el dinero, so torpe”

Doy por hecho (ojalá que así sea) que al facilitar las claves de tus cuentas del banco a la empresa que preste el servicio, ésta ponga a buen recaudo las mismas ante un posible ciberataque tipo AT&T o Ashley Madison o similares, porque esas cosas pasan ¿lo sabías?

Dicen que la información es poder y es que entre lo que compartimos en la red y lo que compartimos en apps específicas, no es que estemos en bragas, es que estamos en tanga.

También nos está afectando a la memoria, no recordamos los números de teléfonos de las personas más cercanas, depende del año en que registrases el número, por ejemplo, todos recordamos el teléfono fijo de los padres, pero no el móvil de nuestros padres. Haz la prueba.

También estamos perdiendo el recuerdo de momentos vividos, una cena, una celebración, nos hacemos millones de fotos, las almacenamos en nuestros dispositivos y ahí se quedan. ¿Cuántas veces has revisado las fotos de hace 3 o 4 años?

Como todo, la tecnología tiene su parte buena y su parte mala, pero lo que no podemos permitirnos es dejar de ser personas. ¿O sí?